Anímate a ler

Émile Zola: «Germinal»

El maquinista Étienne Lantier llega al pueblo minero de Montsou en busca de trabajo. Lleno de indignación ante la miseria que rodea el mundo de las minas, promueve la lucha contra la Compañía alzándose en cabecilla de una protesta que acabará convirtiéndose en un torrente de violencia devastadora.

Zola quiso escribir en Germinal (1885) una novela social que describiese la lucha del trabajo frente al capital. En ella recoge, de una forma descarnada, negra, ese mundo sombrío y mísero que estalló en las revueltas obreras del último tercio del siglo XIX. Allí están retratados el obrero que vive ahogado en condiciones inhumanas y por cuyas venas Zola hace correr el odio y el rencor, los representantes de las diferentes capas de la burguesía, incluidos los hombres de paja del capital, los que dan la cara por ese ente anónimo que se alza como un inaccesible dios, el dios del dinero, y las distintas formas de la acción política, desde la pura palabrería hasta el terrorismo.

Émile Zola

(1840 - 1902)

Émile Zola nació el 2 de abril de 1840 en París (Francia). Era hijo de Emilie Aubert y de François Zola, un ingeniero procedente de Venecia (Italia) que se había nacionalizado francés.

Poco después de nacer Émile la familia Zola se trasladó a la localidad de Aix-en-Providence, en donde el futuro escritor pasó sus primeros años de vida.

Tras el fallecimiento de su padre, cuando Émile todavía era un niño, su familia sufrió múltiples dificultades económicas.

En el año 1858 comenzó a frecuentar los círculos intelectuales parisinos. Después de fracasar en el intento de comenzar a estudiar Derecho, Zola trabajó en el departamento de ventas de la Editorial Hachette.

Posteriormente, como periodista y crítico de arte y literatura, se volcó en su labor como escritor tras conseguir el éxito con la novela «Thérèse Raquin» (1867).

Zola rompió con el movimiento romántico al crear el naturalismo literario, corriente de la que fue principal maestro junto a Gustave Flaubert y Honoré de Balzac.

Sus obras más importantes, que describían de manera cruda y realista las cuestiones sociales del París del siglo XIX, son el ciclo de veinte novelas englobadas en «Los Rougon-Macquart» (1869-1893), en donde se incluyen títulos como «Naná», «La Taberna», «El Paraíso de las Damas», «La Bestia Humana», «Germinal» o «El Desastre».

Cuando Alfred Dreyfus fue acusado injustamente de espionaje a favor de Alemania, Zola surgió en defensa del militar judío escribiendo un famoso artículo que tituló «Yo acuso» (aparecido el 13 de enero de 1898) y que sirvió para que se reabriera el caso judicial.

La publicación de este artículo le llevó a prisión durante un año, huyendo el autor francés a Inglaterra. Finalmente tanto el escritor como Dreyfus fueron declarados inocentes.

Zola falleció el 29 de septiembre de 1902 a causa de una intoxicación provocada por la inhalación de gases provenientes de una chimenea. Tenía 62 años.

PRIMERA PARTE

I

Por en medio del llano, en la oscuridad profundísima de una noche sin estrellas, un hombre completamente solo seguía a pie la carretera de Marchiennes a Montsou; un trayecto de diez kilómetros, a través de los campos de remolachas en que abundan aquellas regiones. Tan densa era la oscuridad, que no podía ver el suelo que pisaba, y no sentía, por lo tanto, la sensación del inmenso horizonte sino por los silbidos del viento de marzo, ráfagas inmensas que llegaban, como si cruzaran el mar, heladas de haber barrido leguas y leguas de tierra desprovistas de toda vegetación. 

Nuestro hombre había salido de Marchiennes a eso de las dos de la tarde. Caminaba a paso ligero, dando diente con diente, mal abrigado por el raído algodón de su chaqueta y la pana 

vieja de sus pantalones. Un paquetito, envuelto en un pañuelo a cuadros, le molestaba mucho; y el infeliz lo apretaba contra las caderas, ya con un brazo, ya con otro, para meterse en los bolsillos las dos manos a la vez, manos grandes y bastas, de las que en aquel momento casi brotaba la sangre, a causa del frío. Una sola idea bullía en su cerebro vacío, de obrero sin trabajo y sin albergue; una sola: la esperanza de que haría menos frío cuando amaneciese. Hora y media hacía ya que caminaba, cuando allá a la izquierda, a dos kilómetros de Montsou, advirtió unas hogueras vivísimas que parecían suspendidas en el aire, y no pudo resistir a la dolorosa necesidad de calentarse un poco las manos. 

© 2016 Departamento de Xeografía e Historia - IES "Isaac Díaz Pardo" - Sada (A Coruña)
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar